CRONICAS SOBRE LA BATALLA DE ACENTEJO

 

Raúl E. Melo Dait

 

Continuando nuestro trabajo sobre la llamada Batalla de Acentejo[1] hemos encontrado a un investigador que no está de acuerdo con las fechas dadas por Ossuna como vemos seguidamente:

 

¿EN QUE DIA FUE LA BATALLA DE ACENTEJO?[2]

 

            No hallándose conforme los historiadores canarios y nacionales en señalar el día en que tuvo lugar el sangriento desbarato de Acentejo como el mismo Adelantado decía, en 1502 al conceder una data de tierra, en aquellos lugares, a su pariente Juan Benítez de las Cuevas, uno de los héroes de dicha jornada que debió la vida a la generosidad del mencey de Taoro, y habiendo últimamente publicado el ilustre autor de las Efemérides Canarias del “Boletín de la Sociedad Económica de Tenerife” en el numero 22 de aquel semanario, una parte que señala el 31 de mayo de 1494 como en el que ocurrió la referida batalla, nos vemos obligados a modificar esta fecha por creer que fue el martes 1 de junio de dicho año, en vista de las razones que expondremos, pues hallándose conformes todos los historiadores y cronistas en que la expedición española se embarcó en el puerto de la Isleta, el viernes 30 de abril de 1494, y se dio a la vela para Tenerife a las 4 de la tarde de aquel día y fondeando en Añaza o Añago el 1 de mayo al amanecer, empezando el desembarco de las tropas según Marín y Cubas: “Un sábado a las 6 de la mañana y terminando a las 12 del día”, y siendo el domingo 2 como dice Viana el día de la primera misa en el campamento; el lunes 3 el de la exploración del capitán Alarcón a La Laguna, y el martes 4 aquel en que el General Lugo, en vista de los informes dados por Fernando Guanarteme respecto al mencey de Anaga y a los que trajo Alarcón de su exploración de Agüere, a las primeras horas de la mañana, levantó su campamento del Real de Santa Cruz y tomó el camino de la Cuesta, encontrándose con el Quevehi Bencomo en la posición de Gracia, de la que retrocedió de nuevo a Santa Cruz al día siguiente, miércoles 5, trasladando su campamento de la orilla Sur del barranco de Santos a la del Norte, situándolo entre dicho barranco y el lugar donde está hoy el Castillo de San Cristóbal, en el que abrió un pozo que debía estar fortificado y construyó la torre o blokaus, que defendía el desembarco de la Caleta (la que se hallaba emplazada en el sitio donde luego se construyó la Aduana), base de las comunicaciones entre Canarias y España. En este campamento y no el sábado 29 de mayo, sino para ello el jueves 27 (téngase en cuenta, que todavía no había sido la corrección Gregoriana y los calendarios de las diversas naciones no concordaban entre sí) debió ser el día como dicen los documentos antiguos…e hicieron su  disposición de poder decir misa y habiendo sido la celebración de la fiesta del Corpus…se hizo la procesión según la comodidad…Ahora bien, si la batalla tuvo lugar un martes (en esto están conformes los autores) y el documento antiguo añade que aquella tuvo lugar en la primera semana de Junio.

            Las dudas del día de la batalla nacieron de un error que, por confusión cometieron Antonio de Viana y D. Juan Núñez de la Peña, pues ambos dicen en sus obras que en el 4 de mayo, levantó el General Lugo el Real de Añaza, y subió a La Laguna avistándose con Bencomo en Gracia, y que de allí retrocedió a Santa Cruz de donde salió otra mañana temprano al frente de sus tropas, penetrando en el interior de la isla, y que entonces fue cuando tuvo lugar la matanza de Acentejo añadiendo que fue “un martes, 4 días de mayo” haciéndose con ello un lío por no saber que las dos veces que el Adelantado había salido del Real de Añaza, con dirección de La Laguna, fueron martes, o sea martes 4 de mayo y el martes 1º de junio de 1494.

            Antes de concluir debemos advertir que nosotros, que el folleto que publicamos en 1894, en la celebración del 4º centenario del desembarco de D. Alonso de Lugo en Tenerife, dijimos que “probablemente el 25 de mayo fue el martes desgraciado en que ocurrió la batalla de Acentejo” porque entonces creíamos, con Núñez de la Peña, que el 1 de junio había sido el ataque del torreón de Añaza, olvidando que Viera había dicho de este cronista que era buen copista, pero mal crítico; pero gracias al documento publicado por el Boletín de la Económica de La Laguna podemos hoy rectificar aquel error de una manera indubitable.

 

Leandro Serra y Moratín[3]

 

            El interés de Ossuna, para localizar el lugar era tal, que mantuvo asidua correspondencia con varios estamentos oficiales, como vemos a continuación:

            En el catálogo de documentos de la Real Academia de la Historia, se encuentran los documentos referidos al citado tema[4]:

Sign.: CATF/9/7950/6(1)

Fecha: 1884/05/30 Madrid.

Contenido: Carpetilla de expediente sobre la localización del sitio donde se desarrolló la batalla de Acentejo (Tenerife) para erigir allí un monumento conmemorativo de piedra.

Autor: Real Academia de la Historia.

Personas aludidas: Ossuna y Van den Heede, Manuel de.

Entidades: Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife.

Lugares: Santa Cruz de Tenerife: La Matanza de Acentejo-La Victoria de Acentejo, Tenerife.

Cronología: Moderno

 

Sign.: CATF/9/7950/6(2)

Fecha: 1884/05/23 La Laguna (Tenerife).

Contenido: Oficio en el que se informa a propuesta suya ha sido encargado por la Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife en sesión de 3 de abril de 1884 de dirigir una comisión para localizar el sitio donde se desarrolló la batalla de Acentejo (Tenerife) para erigir allí un monumento conmemorativo de piedra, ofreciéndose para informar de los resultados de la comisión.

Autor: Ossuna y Van den Heede, Manuel de.

Destinatario: Madrazo y Kuntz, Pedro de.

Cargos: Secretario de la Real Academia de la Historia; Capitán General de las Islas Canarias; Gobernador Civil de las Islas Canarias.

Entidades: Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife.

Lugares: Santa Cruz de Tenerife: La Matanza de Acentejo-La Victoria de Acentejo, Tenerife.

Cronología: Moderno.

 

Sign.: CATF/9/7959/6(3).

Fecha: 1884/05/12 Santa Cruz de Tenerife.

Contenido: Carta en la que le informa del nombramiento por el Capitán General de un Capitán de Estado Mayor para que forme parte de la comisión que estudie el lugar donde se desarrolló la batalla de Acentejo (Tenerife) y el envío de un oficio para presentar al Alcalde de La Victoria (Tenerife).

Autor: Gutiérrez, Ricardo.

Destinatario: Ossuna y Van den Heede, Manuel de.

Cargos: Capitán General de las Islas Canarias; Gobernador Civil de las Islas Canarias; Alcalde de la Victoria (Tenerife).

Entidades: Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife

Lugares: Santa Cruz de Tenerife: La Matanza de Acentejo-La Victoria de Acentejo, Tenerife.

Cronología: Moderno.

 

Sign.: CATF/9/7959/6(4).

Fecha: 1844/06/07 Madrid.

Contenido: Minuta de oficio en la que se agradece toda nueva información que se produzca como resultado de la investigación realizada por la comisión creada para localizar el lugar donde se desarrolló la batalla de Acentejo (Tenerife).

Autor: Real Academia de la Historia.

Destinatario: Ossuna y Van den Heede, Manuel de.

Cargos: Secretario de la Real Academia de la Historia.

Lugares: Santa Cruz de Tenerife: La Matanza de Acentejo-La Victoria de Acentejo, Tenerife.

Cronología: Moderno.

 

            Con fecha 30 de abril de 1884, Manuel de Ossuna solicita a la R.S.E.A.P.T. localizar el lugar exacto de la batalla como vamos a ver[5]:

 

            El señor socio Dn Manuel de Ossuna manifestó que considerando de mayor importancia determinar el sitio en que tuvo lugar la batalla de Acentejo, hecho de armas el más notable ocurrido en este Archipiélago y teniendo en cuenta que esta corporación no vela solo por los intereses materiales del País si que también extiende su solicitud a la esfera de lo intelectual en cuanto significa mejora o cultura de las islas, proponía que al expresado fin de fijar el lugar en que se trabó aquella sangrienta batalla, se nombre una comisión que teniendo a la vista cuanto sobre el particular dicen los historiadores y recogiendo lo que por tradición se conserva entre las personas ancianas del pueblo de la Victoria, cuyo vecindario es el más próximo al barranco de Acentejo, pase a este lugar a hacer el estudio correspondiente. Con el mismo fin propuso el Sr. Ossuna se dirija atenta comunicación al Exmo. Capitán General de esta provincia poniendo en su conocimiento el proyecto indicado y significando que esta sociedad espera se digne nombrar un Oficial de Estado Mayor que se agregue y forme parte de la comisión referida, según lo ofreció el proponente el Exmo. Sr. D. Valentín Weyler cuando en 1882 se le enteró de este pensamiento. También propuso el mencionado Señor Socio se dirija atento oficio al Sr. Gobernador Civil suplicando de las oportunas órdenes al Alcalde del pueblo de la Victoria para que preste los servicios que sean necesarios a la comisión en el cumplimiento de su cometido. Finalmente propuso el Sr. Ossuna que una vez conocido y determinado el referido sitio de la memorable batalla, se levante un modesto monumento de piedra con una inscripción que recuerde el suceso. Esta proposición fue aceptada en todos sus extremos y se acordó darle exacto cumplimiento designando para formar la comisión a los señores D. Sebastián Álvarez, D. José Tabares Bartlet, el autor de la proposición y al infrascrito secretario.

            Con fecha 15 de mayo de 1884, se toma acta de las respuestas recibidas sobre este asunto[6]:

 

            Diose cuenta de una comunicación, fecha 10 de corriente, dirigida por el Sr. Gobernador Civil de la provincia en la que manifiesta haber dado las instrucciones oportunas al Alcalde del pueblo de la Victoria para que auxilie en sus investigaciones a la comisión nombrada con el fin de determinar el sitio de la batalla de Acentejo y la Sociedad quedó enterada.

            Diose así mismo cuenta de la comunicación de 12 del propio mes, dirigida por el Excmo. Sr. Capitán General de la provincia, participando haber designado al capitán de Estado mayor, D. Julio de Ardanaz para que se agregue a la referida comisión y esta corporación quedó enterada.

           

            Como vimos igualmente en nuestro anterior trabajo, otro de los interesados, fue D. Juan Béthencourt Alfonso:

 

El 22 de septiembre de 1885 lleva a cabo una excursión partiendo de Tacoronte en compañía de don Teodosio Oliva y Juan Béthencourt, niño de 7 años (su hijo) a la región de “Busaque”, entre el término municipal de La Matanza y La Victoria, por el viejo camino de Santo Domingo, para intentar localizar el lugar donde se desarrolló la Batalla de Acentejo. En el transcurso de la visita, el niño que formaba parte de la comitiva hizo el siguiente hallazgo:

 

Recorríamos inspeccionando aquellos alrededores, cuando observé que el niño se fijaba en algo que le llamaba la atención; y cual no sería nuestro asombro al recoger del camino unos pedazos de capacetes de brigantina (para la defensa del pecho) que el día anterior habían arrojado, con otras muchas que se llevaron los muchachos de aquellos contornos, unos trabajadores que removían unas vetustas paredes...Este hallazgo, que se conservó en el museo del Gabinete Científico, tuvo lugar en presencia de don José Alfonso Méndez y de don Domingo Hernández García, vecinos de la Victoria...

 

En otras excursiones o por posteriores recuperaciones, debió de hallar Béthencourt Alfonso, el resto de las armas que se encuentran catalogadas en los libros del Gabinete Científico, como donaciones suyas. (Tarquis García: 1951).

Según parece, estas armas del Gabinete Científico, pasaron al Museo Municipal de Santa Cruz, y actualmente se encuentran depositadas en el Museo Militar Regional de Canarias.

Las armas que se encontraban en el museo Municipal y catalogadas como encontradas en el lugar de “Busaque”, en el camino de Santo Domingo, donde se libró la batalla de Acentejo, donadas por don Juan Béthencourt, son las siguientes: (Tarquis García: 1951)[7].

 

 

 

Nº Catálogo

Nº Orden

Descripción

149

1

Medio casco o morrión

150

2

Medio casco o morrión

151

3

Una pieza pequeña de hierro

152

4

Una pieza pequeña de hierro

153

5

Una placa de brigantina para la defensa del cuerpo o espaldar de armadura

154

6

Una llave de serpentina de arcabuz

155

7

Media cantonera de arcabuz

156

8

Una sierra con su argolla y cadena de una ballesta

157

9

Una daga

158

10

Una espada

           

 

BATALLA DE ACENTEJO­[8]

 

Con motivo de hallarnos veraneando en Tacoronte en 1885, nos decidimos a practicar minuciosos reconocimientos por todos los pueblos inmediatos hasta la Orotava y Laguna, no solo para recoger las noticias relativas al trazado y disposición de las antiguas vías de comunicación del Norte de Tenerife a fin de cotejarlas con los antecedentes que nos da la Historia y lo que deducíamos de un estudio sobre el terreno sino para reunir hasta las más incompletas tradiciones conservadas entre pastores y campesinos, respecto de la batalla de Acentejo.

Este trabajo, que emprendimos por haber llegado a nuestra noticia de que la Real Económica de La Laguna deseaba conocer el campo preciso en que se libra la batalla de Acentejo, nos costó dos meses de caminatas y reconocimientos; que daremos por muy bien em­pleados si el lector juzga que contribuimos a desvanecer algunos errores que estimamos muy groseros.

Las notas que escribimos en 1885 como resultado de nuestras observaciones son las que reproducimos a continuación; comenzando este modesto estudio por recordar ciertos antecedentes y hacer al­gunas consideraciones para que sirvan como de base o precedente a una racional explicación de lo sucedido en el celebre hecho de ar­mas que nos proponemos historiar.

Los dos primeros capítulos (Situación política de los menceyatos y Caminos guanches) nos lo saltaremos por no tener relación directa con el tema que nos ocupa, así como respetaremos la ortografía original del autor:

 

¿Cuál fue el campo de batalla?

 

Aunque sobrecarguemos estos antecedentes corriendo el riesgo de aparecer difusos, no podemos menos de Insistir en ciertos detalles para comprender las evoluciones que hizo el ejército invasor, por ser indispensables para precisar el campo de batalla y la causa de la derrota.

 Los historiadores y la tradición están contestes en el he­cho de que el combate se libro en el barranco de Acentejo, (nosotros diríamos a partir del barranco de Acentejo), pero no lo es­tán respecto a un sitio determinado. Unos, dicen, han oído a sus mayores que la batalla tuvo lugar en las Guardas, próximo a la montaña de la Atalaya; otros que fue en  el fondo del barranco de acentejo por el sitio que lo corta el camino de San Juan; algunos afirman que este punto del barranco fue por donde lo atra­viesa la Calle del Medio, y no pocos  señalan diferentes lugares el camino de S. Juan a la ermita de Guía, con especialidad las Toscas de los Muertos o "Callejón de Centejo”, que se extiende a lo largo del borde N. del barranco do Acentejo o de San Antonio, entre la carretera y la ermita do Guía.

Indudablemente hubo refriegas en todos sitios, que estaban en la línea de operaciones o camino de retirada que tomó la vanguardia del ejército, cuando ya sólo se batía para abrirse paso y salvar la vida, como lo consiguieron varios.

Para nosotros es evidente que el verdadero campo de batalla, o sea la región en que se preparó la sorpresa, fue a lo largo del camino de Sto. Domingo que atraviesa el caserío de Bubaque, a partir del barranco de Acentejo, o séase del punto de unión de los Caminos de los Guanches o Centejo de abajo con el de Centejo o Real de San Cristóbal, que se verificaba como queda dicho en el borde N. del barranco de Acentejo Junto a la ermita de Guía.

Como quiera que todos los lugares señalados, solo la  parte del barranco de Acentejo que está atravesada por el camino de San Juan es la que más se  indica por los historiadores como en la que tuvo lugar la derrota, y por otra parte se sabe que este combate se libró sobre el camino que Llevaba el ejercito y en el barranco de Acentejo, solo falta que dilucidar si el antiguo camino de Acentejo o Real de San Cristóbal pasaba por el hoy camino de San Juan o por el de Santo Domingo.

No henos encontrado ni sabemos exista ningún documento que resuelva de plano este asunto; por manera que hay que resolverlo a posteriori y por deducción.

Creemos que el antiguo camino de Acentejo bajaba a lo largo del borde N. del barranco de San Antonio, hasta llegar a unirse en la ermita de Guía con el de los guanches, que después unidos cortaban el barranco y se continuaba por el que hoy lleva en nombre de Santo Domingo:

1º. Porque según la tradición del camino de San Juan, si bien antiguo, es más moderno que el que seguía para abajo hasta la ermita de Guía. Entre estas tradiciones se halla la que ya contamos respecto a los numerosos rebaños del principado de Acentejo, que al pasar por este camino de 28 varas de ancho lo cubrían por completo desde la ermita de Guía hasta la montaña de la Morra. Además, si se estudia el camino de San Juan se ve que fue abierto después de la conquista para las necesidades de los nuevos caseríos o pueblos de la Victoria, pues no lleva la dirección de las llanuras de Acentejo.

2º. Que aún viven ancianos que vieron, antes del trazado de la carretera y las nuevas roturaciones, que seguía el camino de San Cristóbal hasta la ermita de Guía, además de 15 varas de ancho, pero que se fue perdiendo a medida que ganaba el de San Juan, convirtiéndose al fin en una vereda.

3º. Que como se sabe que el camino del Real de San Cristóbal o de Acentejo iba a parar a las llanuras de este nombre, puesto sobre el terreno se observa que para que así suceda es tanto más fácil—por no decir necesario—cuanto más se baja hacia la ermita de Guía; y que si el camino de Acentejo hubiera llevado la dirección del de San Juan, para ir a Taoro no se pasaría por dichas llanuras de Acentejo.

4º. Porque colocados sobre el terreno a ninguna otra región de los contornos es aplicable el sitio en que dice se dio la batalla la siguiente data concedida en 1503:

“Yo el Adelantado d. Alonso Fernández de Lugo, Adelantado de las Islas de Canaria, Gobernador e Justicia mayor de Tenerife e San Miguel de la Palma e Capitán General de Berbería, por el Rey e la Reina nuestros Señores, e por virtud del poder de sus Altezas tengo que repartir las tierras de riego e de sequero e heredamientos de estas dichas islas, doy a vos Juan Benítez, como a vecino e conquistador que fuiste destas dichas Islas, y por los muchos trabajos que en estas conquistas obistes os do en nombre de sus Altezas, para vos y quien vos quisieredes, un pedazo de tierras de sequero, que son en Acentejo, para sembrar pan, las cuales dichas tierras aveis de echar la linde desde un pino que está en el canto de la Rambla honda donde estubimos el Día del desvarato de Acentejo…”y

5º. Porque como veremos, a no ser la sorpresa en el punto de unión del los Caminos de los Guanches y Acentejo o de San Cristóbal, el ejército hubiera tenido una retirada.

SORPRESA DE ACENTEJO

 

Por lo que llevamos expuesto se puede adivinar cual fue el plan estratégico del general Lugo. Aparte de que por lo quebrado de la tierra no le convenía aceptar un sistema de guerrillas o de pequeños encuentros, en que saldrían favorecidos los guanches, ya porque el país se presta a frecuentes emboscadas y porque el enemigo podía tomar a cada paso posiciones difíciles o imposibles de hacer desalojar, prolongándose así la guerra indefinidamente, ya porque los naturales se movían con pasmosa rapidez por los montes, riscos y barrancos, a donde los invasores no podían seguirles, es lógico presumir que el general Lugo juzgó de gran importancia llevar la guerra al menceyato más poderoso, como era el de Taoro, pues estimaría que vencido o por lo menos quebrado el rey Bencomo con dos o tres batallas, cesaría el espíritu de mayor resistencia de la isla. Por esto D. Alonso de Lugo “un martes 4 días de mayo”, como dice Núñez de la Peña, y a la madrugada, movió su ejército hacia La Laguna, donde hizo alto como hasta las diez de la mañana; emprendiendo luego la marcha a Taoro por el camino de Acentejo o Real de San Cristóbal, el más practicable para la caballería, a la vez que más ancho y de pasos menos peligrosos.

Al saber el rey Bencomo  la marcha del ejército invasor, debió preparar su plan de ataque del siguiente modo: hizo emboscar a los menceyes de Tegueste, Tacoronte y Anaga de manera que dominaron los caminos de Acentejo y Tacoronte, que de la Laguna partía a la Orotava, con la orden de dejar el paso franco a los españoles; destacó al príncipe Tinguaro con un cuerpo de ejército, en el que llevaba trescientos hombres escogidos, para que se emboscaran por encima y a lo largo del camino de Santo Domingo en la región de Bubaque, a partir del borde N. del barranco de Acentejo, en el punto de confluencia de los caminos de San Cristóbal y el de los Guanches o Acentejo de abajo, también con orden de no dejarse ver del enemigo; y el mismo Bencomo se situó con otro cuerpo de ejército en el valle de Taoro.

Esta distribución de las tropas por Bencomo revela desde luego a un buen técnico, porque no solo escalonó sus fuerzas de manera que estos tres cuerpos de ejército pudieran darse la mano y apoyarse en caso necesario, sino que eligió con gran penetración el lugar más a propósito para preparar una sorpresa, neutralizando así en lo posible las ventajas de las armas invasoras.

Si se observa con detenimiento toda la línea que había de recorrer el ejército español, ningún punto ofrecía tan buenas condiciones para una emboscada como Bubaque. Tomando el nacimiento de los caminos de los Guanches y de Acentejo, cortaba la retirada a los españoles sobre los reinos de Tacoronte, Tegueste y Anaga; y situando las fuerzas de ataque a lo largo y por encima del camino de Santo Domingo, a partir del mismo barranco de Acentejo, también cortaba la retirada al ejército expedicionario sobre el reino de Güímar, que más o menos trabajosamente se puede ganar salvando la cordillera. Por manera que los españoles si no vencían, o habían de ser precipitados al mar por una ribera que muere en acantilado de horribles precipicios o se les obligaba a replegarse sobre Taoro, donde Bencomo tenía aparejado un ejército de refresco.

Estas disposiciones de las tropas por el mencey de Orotava nunca ha sido puesta en duda, si la emboscada hubiera tenido lugar en el camino de San Juan--admitiendo en hipótesis que por allí cruzaba el barranco de Acentejo el camino del mismo nombre -- los españoles abrían fácilmente ganado el camino de los Guanches y por lo tanto cualquiera de los tres menceyatos antes indicados.

Por otra parte, hay que atender a las condiciones topográficas de Bubaque. Lo agrio del terreno; lo tortuoso del camino, en el cual cada pequeño grupo de soldados en la extensión de más de una milla dejaba de ver a los que iban delante y detrás; los numerosos matorrales y barranquillos como los de Chibana, Marta, Pascuala y otros; lo desigual y accidentado de aquellos contornos, unidos al monte bajo de tabaiba, jaras y zarzales, se prestaba mejor que otro campo al género de guerrear de los guanches, libres y desembarazados en sus movimientos rápidos para una lucha cuerpo a cuerpo.

En nuestro concepto, este fue el sitio elegido por Bencomo para sorprender al ejército español; sorpresa que hasta en la manera de ponerla en ejecución revela la mayor astucia.

Los guanches habían observado que los castellanos en sus reconocimientos, marchas y contramarchas se apoderaban de cuanto ganado encontraban; y que si bien procuraban conservar la formación de sus escuadrones cuando entraban la tierra no podían sostenerla después que cogían los rebaños. Por esto, sin duda alguna Bencomo hizo abandonar algunos en las llanuras de Acentejo.

Atendida la distancia, no es probable que el ejército salvara el barranco de San Antonio antes de las 2 de la tarde; pero como los batidores llevaron su descubierta hasta el mismo borde de la Cuesta de la Orotava, de donde retrocedieron a comunicar a Lugo no habían tropezado con enemigos, pero si con numerosos rebaños que pastaban a la desbandada por las llanuras de Acentejo, dispuso el general avanzara el ejército para apoderarse de dichos rebaños y contramarchara luego para acampar en el peñón.

Se comprende que Lugo solo se propuso al mover el ejército tantear la tierra y practicar un reconocimiento lejano; pero como ignoraba el punto sonde estaba el enemigo y dejaba su retaguardia tres poderosos menceyatos, no quiso permanecer apartado del sitio más estratégico del norte de Tenerife, como es la Laguna y sus inmediaciones; pues de aquí podía caer en cortar marchas sobre Tegueste, Tacoronte, Anaga y el mismo Taoro y conservar sus comunicaciones con el Real español en Añaza.

Admira la candidez con que afirman algunos autores que Lugo contramarchó preocupado al recordar no había asegurado el abismo sima o pasos del barranco de Acentejo con un fuerte destacamento para cubrir su retirada y hasta Montero se extiende en consideraciones técnicas sobre este particular, olvidando, no ya que el tal paso no existía sino que el mismo Lugo en su segunda volvió a dejarlo a su espalda con el mismo desdén que la primera vez, pues él no se le ocultó la causa de la derrota de Centejo.

Cabe presumir que entre 4 y 5 de la tarde, de vuelta ya el ejército, alcanzaba la vanguardia el barranco de Acentejo, caminando al paso del ganado y en hilera o en grupo de dos a cuatro personas, revueltos y confundidos, hombres, caballos, obejas y cabras, con particularidad el centro de la columna, ocupando esta muchedumbre de soldados y animales una extensión lineal quizás de una milla.

Se comprende el abandono con que marcharía el ejército, fiado en sus descubiertas y avanzadas, en su vanguardia y retaguardia y formadas en escuadrones y cruzando una región que había recorrido poco antes sin encontrar resto de enemigos; como así mismo es fácil de imaginar la turbación, zozobra y confuso arremolinamiento de aquella mezcla de hombres y animales, cuando de pronto y de modo inesperado se levantó inmediatamente y a todo lo largo de la línea un espantoso estruendo de voces y silbidos, acompañados de una lluvia de piedras y banotes lanzados por vigorosas manos, por hombres que asaltaban como tigres sobre los desprevenidos españoles, sin darles tiempo a la defensa ni a concertarse.

Se puede asegurar que desde el primer instante estaba derrotado el ejército invasor; y que si se batió durante 3 ó 4 horas con terrible encarnización fue para buscar la salvación individual o por espíritu de honor o por aquella energía sin par del soldado español cuando está entregado a su propia iniciativa y a los arranques de su valor personal.

He ahí en que debió consistir la sorpresa y batalla de Acentejo.

Cuando se lee a los historiadores que han venido copiándose unos de otros lo que escribió el primero un siglo después de la conquista, deja en el ánimo la idea de que el ejército español fue sorprendido en el fondo del barranco de Acentejo, donde Tinguaro con 300 guanches los sepultó despeñando riscos desde los bordes; concepto que no resiste al más ligero análisis crítico y es atentatorio al sentido común.

Cuando se estudia ese barranco por la parte en que se corta el camino de S. Juan, donde creen algunos historiadores fue la sorpresa, admira que se repita como en tal barranquillo, hoy de cauce más hondo que hace 4 siglos y que una cinquentena de soldados a dos en fondo y a paso de camino lo cubren de borde a borde, han pretendido buscar un Rosenvalles. Lo más que podía concederse es que sorprendiera a una de las cabezas de la columna y mataran una docena de hombres, es decir, los que caben en el barranco a marcha de camino.

También es inverosímil que 300 guanches destruyeran el ejército español, porque si bien llegó más tarde Bencomo con un gran refuerzo que acabó con la mayor parte de los que sobrevivían, ya la gente de Tinguaro, que juzgo fueron por lo menos 2.000, habían dado buena cuenta de los castellanos. Si estos trescientos guanches, que quizás fueran como una guardia escogida que seguía a todas partes al príncipe Tinguaro, se oponen solo los españoles en el punto en que nacen los caminos de Acentejo y de los Guanches, no dan ya tiempo a mirar a la vanguardia todo el ejército formado en batalla, sino que los vencen o se abren paso, como se lo abrió Lugo con la vanguardia aunque con muerte de muchos.

De la única manera que se puede explicar esta derrota en que marcharan los españoles a la defilaca y desordenados, y que de repente se hallaran a la vez atacados en toda la línea, de modo que no les diera tiempo a formarse; y esto no podían evitarlo 300 guanches contra un ejército de más de 1.000 plazas, son que necesitaban oponerles Tinguaro un crecido número de guerreros que los tuviera entretenidos y diseminados en toda la línea. Aún concediendo que el barranco en esa época fuera de distintas condiciones que en las actuales, y que solo 300 hombres eran bastantes a detener al ejercito, con no empeñarse en lo imposible por ser el paso inespugnable todo hubiera concluido, pues se encontrarían en igualdad de circunstancias en que se hallaron después en la segunda invasión de Lugo, que no hizo caso de tales Horcas caudinas.

Es más, las reliquias del mismo ejército castellano nos dio en ese día la prueba de lo que suponemos. La vanguardia que caminaba en formación, consiguió ganar el camino de Acentejo o de San Cristóbal abriéndose plaza con la punta de la espada, después de 3 ó 4 horas de un sangriento combate sostenido a lo largo del camino; y si bien dejaron cubiertos de cadáveres el trecho que aún se conoce con el nombre de Toscas de los muertos o Callejón de Centejo, entre la ermita de Guía y la carretera, el general Lugo con una cincuentena de sus caballeros y auxiliares de Güímar, aunque todos heridos y magullados, consiguieron escapar. Este resto de la vanguardia pudo ganar, probablemente a uña de caballo y a beneficio de la noche, la parte más alta del camino, donde no por providencial equivocación sino por natural raciocinio se separaron del Real de S. Cristóbal que los conducía a tierra enemiga, pues iban con ellos gente conocedora del país como eran los güimareros, para cruzar por la sierra. Aún cuando la tradición que al llegar los fugitivos al sitio de donde vieron los fuegos del campamento de Añaza gritaron Esperanza; nombre que lleva aún el lugar bautizado en momentos de angustia de hombres que no creyeron escapar con vida.

Unos 30 soldados que consiguieron formar una escuadra, se defendieron vigorosamente de una multitud de enemigos, hasta que acosados consiguieron ganar una cueva, quizás la Cueva del guanche o de los guanches, que está junto al camino de S. Domingo, en el barranco de Marta (¿se llamaría antes del Martes por haberse librado en ese día de mal agüero la batalla?), donde fueron sitiados, y más tarde debieron la vida a los sentimientos de nobleza de Bencomo.

La retaguardia, que también debió de conservar su formación, fue asaltada con ímpetu por los guanches, contra los que sostuvo una cruenta refriega durante algunas horas; pero cargada rabiosamente por la gente de refresco de Bencomo, se fue replegando por el único camino que tenía practicable, es decir hacia las llanuras de Acentejo. De esta manera se fue acercando al barranco Hondo, que separa las jurisdicciones de Victoria y Sta. Úrsula, al cual descendería a carrera abierta seguida de una avalancha de guanches, para ganar la baja, roque o risco de Acentejo que conocería probablemente de antemano. Desde ese día denominan esta baja a la que solo se puede ir a nado, con el nombre de baja de Acentejo en memoria del triste suceso. En ella se salvaron como un centenar de naturales canarios y tres o cuatro portugueses recogidos más tarde por los buques.

Hablando de esta retaguardia dice Viera que corrieron barranco de Acentejo abajo, cosa materialmente imposible a causa de los horribles precipicios de los Berros y de los Naranjos. Aún admitiendo que salvaron estos inconvenientes corriéndose por los lados sería difícil salieran con vida de dicho barranco dadas sus condiciones topográficas; y si al fin alcanzaran la orilla del mar, no podrían ampararse en la baja del Basín ni otras de los alrededores, ya que por sus pequeñez y porque las cubre el agua a marea alta bien porque están al alcance de las piedras y banotes. Es necesario recorrer estos precipicios para comprender lo que llevamos dicho, sin contar que la tradición es categórica y concluyente respecto a la baja de Acentejo en que se acogieron los fugitivos.

Las consideraciones que hemos apuntado nos llevó a deducir a posteriori que el campo de batalla no pudo ser el fondo soñado de un barranco sino la región de Bubaque; y por esto entre otras excursiones que hicimos a partir de Tacoronte, emprendimos una el 22 de septiembre a dicho lugar, por creerlo necesariamente el sitio del suceso, acompañado de nuestro amigo D. Teodosio Oliva y de mi hijo Juan, niño de 7 años. Recorríamos inspeccionando aquellos alrededores cuando observé que el niño se fijaba en algo que le llamaba la atención; y cual no sería nuestro asombro al recoger del camino unos pedazos de capacetes antiguos de hierro batido y unas placas de brigantina (para defensa del pecho) que el día anterior habían arrojado con otros muchos que se llevaron los muchachos de aquellos contornos, unos trabajadores que removían unas vetustas paredes.

Este hallazgo, que se conserva en el museo del Gabinete científico de esta capital (Vide Supra) tuvo lugar en presencia de José Alfonso Méndez y Domingo Hernández García, vecino de la Victoria, que nos aseguraron habían encontrado muchos y mayores sobre las lomas y tierras hechas a lo largo del camino de Sto. Domingo, de José Yanes de Armas, de la Matanza y de otras varias personas de Bubaque que trabajaban o se encontraban por allí; afirmando todos que tropezaron con frecuencia con hallazgos parecidos y fuera de la acción de las aguas corrientes que pudieran acarrearlos a alguna distancia. También nos aseguraron haber oído a sus padres o vecinos haber hallado trozos de espadas, monedas, por todos aquellos contornos del camino de Sto. Domingo.

Ante esta prueba concluyente dejó ya de ser para nosotros hipótesis racional lo que pasaba a la categoría de hecho histórico.

BATALLA DE LA VICTORIA

Más hacia la Orotava y bajando del camino de Sto. Domingo en las llanuras de Centejo, existe el llano de la Reyerta, donde sentó Lugo su campo en la segunda invasión y se libró la batalla de la Victoria.

Esta se sostuvo durante algunas horas con gran encarnizamiento por los alrededores del dicho llano de la Reyerta, hasta que los guanches, después de perder más de 2.000 hombres, comenzaron a batirse en retirada sobre Sta. Úrsula, donde fueron completamente derrotados.

Aún se conservan por los pueblos de la Victoria y Santa Úrsula un estribillo popular, con que se suelen acompañar en determinados días del año sus canciones coreadas, que recuerdan este hecho de armas:

“Santa Úrsula capitana

Donde feneció la batalla"

No parece sino que una fuerza desconocida dispuso que sobre el mismo campo de batalla habían de pasar por iguales amarguras y alegrías dos razas de hombres, llamados por su valor a fundirse en un solo pueblo, para cumplir unidos con el glorioso destino que la historia les reservaba en los descubrimientos y conquistas de nuestra gran epopeya americana, y sellar con la mezcla de su sangre la ejecutoria heroica que en Flandes, Argelia, Francia, Italia y otras naciones ganaron para la madre España.

Allí, en un sitio cualquiera de las revueltas que forman los matorrales que se extienden entre la ermita de Guía y los llanos de Acentejo, el homenaje a nuestra generación por todo lo que significa gratitud y nobleza debe levantar un obelisco que recuerde los dos gloriosos combates, que sirvieron como de esponsales a españoles y guanches.

Así pagaríamos un tributo a la perdurable memoria del heroísmo de nuestros padres.

Firmado: JUAN BETHENCOURT[9]

 

Para aproximarnos al lugar donde tuvo lugar la batalla, nos podemos ir a las Datas[10], donde encontramos datos sobre la misma:

(15-1-1496)…de unas tas. q. sin en Asentejo q. lindan con el barranco q. V. M. bolvió el día del desbarate para arriba fasia…

(10-3-1502)…en hante de la ranbla honda estuvimos el día del desbarato de Asentejo…

(2-6-1502)…Unas tas. de s. para pan sembrar a do dizen Acentejo abaxo de la Matança

(27-3-1503)…Rodrigo Yanes. Tas. para q. son en Açentejo debajo de la Matanza

(8-8-1506)…en Acentejo, linde los herederos de Pedro Camacho, ta. de Bastián de robles

                       



Archivos consultados

Archivo Histórico Municipal de La Laguna

Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife

Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife

Real Academia de la Historia. Archivos. Antigua, Historia y Arqueología de las civilizaciones, Gabinete de Antigüedades. Madrid.

 

 

1 Ver El Día, Suplemento La Prensa.La Batalla de Acentejo. Un monumento a sus héroes”. 13 de marzo de 2004. Y Acentejo I en esta Web

[2] Diario de Tenerife, “Historia Canaria”. 12 de julio de 1899

[3] Leandro Serra y Fernández de Moratín, también hace sus trabajos sobre dicha batalla, ver Diario de Tenerife “Desbarato de Acentejo” 17 de Octubre de 1899.

[4] La Documentación de la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia sobre Canarias (2001) “Los expedientes sobre la Arqueología de las Islas Canarias”, Alfredo Mederos Martín en Comisión de Antigüedades  de la Real Academia de la Historia. Madrid. 131-132

[5] Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. La Laguna. Libro de actas, RS/ (24) f. 44 r.

[6] Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. La Laguna. Libro de actas, RS/ (24) f. 44v.

TARQUIS GARCÍA, M. (1951): “Las armas de los conquistadores encontradas en el lugar donde se dio la batalla de Acentejo”, Revista de Historia, 95-96: 345-346.

[8] La Batalla de Acentejo, (1885) (Ejemplar mecanografiado en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife). Microfilm, rollo MS 335. Inédito.

[9] Hay que tener muy en cuenta que Béthencourt Alfonso, para contarnos este relato, tuvo muy en cuenta la tradición oral, así como el visitar los lugares en que pudo acontecer la batalla, cosa que la mayoría de los cronistas e historiadores anteriores (por no decir todos) hicieron sus relatos de copias de sus antecesores e invenciones dignas de novelas caballerescas medievales. Por lo que creemos que hay que tener muy en cuenta esta crónica.

[10] SERRA RÁFOLS E. (1978) Las Datas de Tenerife (libro I a IV de datas originales). Instituto de Estudios Canarios. La Laguna.