* Fetichista compraría calzoncillos de Calvin Klein, con acreditación de que realmente los ha usado él.
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*Si te gustan los Beach Boys, llama al 902 75 75 87. Compramos toda clase de antiguallas. Ya tenemos a un fan de Elvis Presley y una admiradora de Carlos Gardel.
*Se vende apartamento de 14 metros cuadrados con jardincito y pequeña piscina.
*Matemático licenciado en paro se ofrece para todo tipo de trabajos renumerados.
*Servicio de vaciado de ceniceros a domicilio. (Garantizamos discreción.)
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*Sacerdote excomulgado vende hábitos y costumbres.
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*Banda de Death-Metal busca cantante de habaneras para descargar tensiones.
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*Se vende rollo papel higiénico en poco uso y siempre bajo techo.
*Se vende excelente camada de actores porno. (Padres muy folladores.)
*Se vende contenido de caja azul con franjas negras. Abstenerse curiosos.
*Cambiaría carácter fuerte por convicciones laxas.
Me llamo Aaron Isaak y mi nombre es Roodríguez. Mi infancia y juventudes pasaron fuertemente marcadas por las firmes convicciones de una comunidad judeo-manonita. Lejos de las tecnologías que pudren la puridad del ser, ningún vecino tenía lavavajillas.
Pero fui feliz. Y agradezco esa formación, por la cual ahora puedo decir que soy un hombre a carta cabal.
Recuerdo cuando el tío Feijoo me reclamaba para cargar su carromato. Oh, Señor, cómo olía la paja verde.
De vuelta al poblado me dejaba sentar al frente tomando las riendas. Y, Dios, cómo olía detrás de los bueyes.
A mí se me tapaba el pecho y entonces él, con esa barba redonda sin bigote que convertía su rostro en un sonrosado cuadro naif, se apiadaba y me volvía a colocar a su espalda. LaVirgen Santa, cómo llegaba a oler mi tío.
Lo que más me gustaba de jovencito era ir a la feria del ganado. Daba gusto ver a las gallinas dar vueltas en la noria o a los cerdos subir a los autos de choque. Todo era sencillo, de una simplísima belleza.
Se vivía acorde con la naturaleza. Se aceptaba su ley con serenidad. Incluso en el entierro de mi madre nuestros conocidos fueron llegando de todas partes con presentes, aportando lo necesario para superar ese trago en verdadera comunidad. Unos traían pastel de moras, otros compota de manzana, otros ataúdes, otros picos y palas. Entre todos construimos un granero de ocho yardas cuadradas y la enterramos en heno para que fermentase.
Algunas veces construíamos los graneros por mero compañerismo aunque lo hiciésemos en la parcela de alguien que ni se dedicaba a la agricultura, ni lo necesitaba para nada. Pero eso nos mantenía unidos y solidarios.
Cada hombre tenía que hacer lo que el destino le indicara cuidándose mucho de contravenirlo.
Jaacinto Moore por ejemplo era pastor de ovejas y un día al despertar encontró un perro durmiendo bajo su jergón, al día siguiente le salió al paso en una senda otro perro abandonado y perdido. Supo por esa señal a qué debía en realidad dedicarse. Ahora cría perros. Tiene cuatrocientos perros para nueve ovejas y puede pastorear bien tranquilo que no se le escapa ni una.
En el solsticio de invierno, al anochecer, nos juntábamos alrededor de la hoguera con la guitarra, y los más ancianos contaban historias ante la reverencial atención de los chiquillos. Destacaba una de unos hombres que cobijándose en cavernas chocaban piedras para encender lumbre. Viejas historias. Historias que jamás olvidaré aunque viva cincuenta años.
Por eso no me afectan las modernidades inhumanas del tiempo actual, por eso soy inmune a los problemas que afectan a las personas prostitutas como ustedes. Por eso no necesito ni psiquiatras ni antidepresivos ni cocaína ni piercings ni tatoos ni dinero. Sé que la naturaleza está en mí y que yo estoy en ella.