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Leer la historia de cada una de las personas que solemos frecuentar las exposiciones es apasionante. A todas, sin embargo, les une un mismo sentimiento: el amor hacia los perros. Nunca se sabe cómo se va a comenzar ni desde dónde esta afición por la cría del Yorkshire pero todos sabemos dónde estamos en estos momentos.

Como tantas otras personas, desde bien pequeña me fascinaban los perros. Cuando casi no me mantenía en pie ya me acercaba a ellos con una sonrisa en la cara y tratando de acariciarles la cabeza. Fui creciendo y este amor no fue sino incrementándose. Como cualquier niño pequeño me despertaban más ternura aquellos que más desvalidos se encontraban: los perros callejeros, los abandonados, los cachorros... Así que a base de tozudez conseguí meter poco a poco algunos en mi casa. Mis padres se oponían desde el principio pero, incapaces de abandonarlos a su suerte, terminaban por encomendarme sus cuidados. Cuidados que finalmente terminábamos compartiendo toda la familia. Ya sabemos lo que suele suceder, los que menos quieren tener un perro en casa luego se terminan encariñando con ellos de manera incondicional.

Pero no creáis que eran sólo perros lo que llevaba a casa. Digamos que antes de independizarme conseguí reunir una fauna bastante diversa: conejos, tortugas, canarios, un pollo, una oca, hamsters... Vamos, que mis padres decían que más que una casa vivíamos en una granja. Y yo era la granjera.

Crecí, me independicé y formé mi familia. Pasé de vivir en una casa a vivir en un piso. Este no es espacio para todo tipo de animales, así que tras luchar mucho tiempo vencí las reticencias iniciales y adquirí un Yorki pequeñito. Podría haber sido un Bichón boloñés, un Caniche Toy o un Chihuahua, cualquier perro pequeño que se adaptara fácilmente a la vida dentro de un piso. Ahora sé que aunque pareciera inconsciente, y en ese momento lo fue, la elección de un Yorkshire Terrier no fue casual.

Así fue como entró Pitu en mi vida. Su nombre era un homenaje a la perra más longeva que tuve cuando vivía con mis padres, un fox terrier de pelo liso que me acompañó desde mi infancia hasta mi vida adulta.

En este tiempo todavía no conocía el estándar de la raza Yorkshire pero desde el principio me enamoraron las particularidades de mi perrito. Su carácter, su pelo y, cómo no, su apariencia. Fue entonces cuando me interesé por los cuidados específicos de su raza. Empecé a investigar en foros, vi fotografías de otros Yorkis y comprendí que una de mis pasiones más fuertes, el amor a los perros, alcanzaba su máxima expresión cuando se trataba de Yorkshires de exposición.

Tras un tiempo informándome, aprendiendo y compartiendo experiencia con otras personas, adquirí una hembra magnífica: Bella. Fue con ella con la que me inicié en el mundo de las exposiciones, consiguiendo muy buenos resultados y constatando que era lo que me gustaba hacer. ¡Me encantaba! No me importaba levantarme a horas a las que muchos se acuestan para meterme en un coche y recorrer 500 kilómetros y otros tantos de vuelta para poder participar en una exposición, trasnochar preparando a mis perros y mimando el último detalle, todo esto me apasionaba. Y cuanto más tiempo esta pasión no hace sino aumentar.

En estos últimos años algunos Yorkshire han entrado en mi vida y otros han salido. Mientras, he tratado de ir aprendiendo lo que necesitaba saber para comenzar mi cría de selección, y espero poder ir ampliando mis conocimientos para poder hacer las cosas de la mejor manera posible, pues como bien sabemos todos, nunca terminamos de aprender. Sin embargo, fruto del amor hacia esta raza y origen del afijo de mi criadero, está Kira, hija de mi primer Yorkshire, Pitu. Es con ella con la que he aprendido el amor incondicional que están dispuestos a dar a cambio de nada. Ella me recuerda a cada instante porqué me apasiona este mundo de la cría, de las exposiciones. Sin ella, no habría encontrado el rumbo que me ha llevado a descubrir este maravilloso mundo.

Y es por este motivo por el que decidí utilizar como afijo Kirlovs, mitad Kira y mitad amor en inglés. Un pequeño homenaje que durará eternamente.

Raquel Estrada.
 
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