NADA EN ESTE MUNDO TIENE SENTIDO SI NO TOCAMOS EL CORAZON DE LAS PERSONAS.
SI LA GENTE CRECE CON LOS GOLPES DUROS QUE DA LA VIDA,
TAMBIEN PUEDE CRECER CON TOQUES SUAVES EN EL ALMA.



IMPULSO
Tus ojos ven aquello que tu mente proyecta porque los pensamientos son como  imanes:
atraen situaciones de la vida. Es así como inventas tu camino: a medida que avanzas en él.
Y en el camino están los otros, las personas, la gente, el resto del mundo, en fin, los humanos como tú.
Es con estos seres que orquestas tu emotividad  estableciendo un complejo sistema
de trueque afectivo donde dar y tomar no es siempre claro y transparente.
Observa con atención este engranaje: aquella persona con la cual tienes cuentas pendientes
se presentará una y otra vez delante tuyo.
Quizás lo hará  con otro rostro, con otro nombre, en otra ciudad,
pero ese íntimo conflicto resurgirá cíclicamente en ti, eres tú quién lo atrae.
Porque funcionas como un imán de los afectos, por eso tienes la sensación
de ser al mismo tiempo prisionero y verdugo,
por esto te enamoras siempre del  mismo tipo de personas y te ahogas en los mismos problemas.
Esto funciona por una razón fundamental: no está ahí para castigarte sino para darte otra oportunidad.
Sí, todo conflicto desea ser resuelto, éste es el motivo de su obstinada  existencia.
Por eso, aunque tu marcha te lleve allá o aquí,
tu mundo interno  te seguirá como una sombra fiel.
Enfréntalo y supera aquello que detiene tus pasos.
Si no... ¿Por qué razón te propones avanzar?
Tus batallas privadas no son casualidades: lo que se opone a tu marcha, aquellos que consideras enemigos,
aquello que llamas el mal, se manifiesta ante ti con mil disfraces, pero con un único origen.
Ahora escucha esta buena noticia: tus conflictos tienen la clave para su  resolución.
Sí, tus íntimos huracanes desean mutar en suave brisa de  primavera, ya que existe en todas las almas un punto fijo,
 un eje, un impulso que alienta la marcha.
Es como un soplo, una intención de tu ser profundo que actúa defendiendo su derecho a la vida.
Es eso cuyas manos invisibles te alzan cada vez que caes,
aquello cuyo aliento nutre la llama de la esperanza aunque el camino se deshaga a tus pies.
Reconócelo y apóyate en él.
Te digo que cuando seas capaz de quitarle la máscara a ese personaje que proyectas al mundo,
a eso que dice ser tú, podrás ver aquello que entorpecía tu andar,
llenaba de humo tus ojos y de amargura tu corazón.
Entonces algo sucederá, ya que la pulsación de la vida es contagiosa: si vences ese combate,
te será devuelta toda la fuerza que creías perdida, algo se romperá dentro tuyo,
como un río de energía que desborda y te inunda,
como una peste sana que se desparrama y te contagia, como un viento de liberación que llena tus pulmones;
sentirás la fuerza de la vida circular sin trabas en ti.
Amor, dicen algunos.
Unidad, dicen otros.
Conciencia cósmica, armonía, éxtasis... llámalo como quieras.
Lo cierto es que desde ese momento nada será igual que antes.
Tu pasado es inmutable: aquello que fue, fue.
Pero si logras cambiar tu mirada del pasado, tu comprensión de lo que sucedió,
entonces tu pasado cambia, aquello que llamas realidad podrá tomar otro aspecto y el día será distinto.
Aunque tu boca no lo sepa explicar, en ti se hará presente aquello que sabe a la perfección
cuál es tu meta y también el trazado de la marcha.
Y no tienen nada que ver con la muerte: ese impulso supera la muerte y justifica tu vida.



Mujer propiedad privada.

Cosa rara esto de la propiedad privada no?
Bien se sabe que es ley mundial que cada uno de nosotros puede hacer
lo que quiera con lo que lleva nuestra firma estampada,
con lo que de una u otra forma nos supimos conseguir...
Y está bien, de cierto modo, que así sea.
Podemos hacer lo que queramos con nuestro auto,
con el tv veinte pulgadas y con el perro que nos costó cien pesos...
podemos prenderle fuego al carro ese cuando no arranca, darle un sillazo a la tele cuando nos cansa Tinelli
o patear con furia al perro cuando le ladra a la morocha de la otra cuadra.
Podemos porque son nuestras cosas y no hay nada que nadie pueda hacer para impedírnoslo.
Lo mismo pasa cuando, ya sea por cualidades propias, agudeza de ingenio o herencias varias,
se nos da por acumular cosas aunque sea con poco sentido común.
No podremos usar en varias vidas los millones de pesos que podemos amontonar,
ni vivir en más que una o dos casas de las cincuenta que podemos llegar a tener...
pero así es siempre con lo de la acumulación de "nuestras” propiedades.
E insisto con esto: hasta capaz que esté bien que así sea…
Salvo cuando llega el abuso, y nos creemos que hasta las personas nos pertenecen.
Eso es el súmmum de esa idiotez de la “propiedad privada” .
Hay quienes creen que sus hijos son “sus” hijos y los golpean,
abandonan, maleducan y violan como si fueran “su propiedad privada”
y creen que por eso pueden hacer con ellos lo mismo que con su trapo para el piso.
Hay quienes hacen lo mismo con los ancianos, con los enfermos, con los incapacitados…
abandonándolos como cuando dejan en el galpón del fondo una heladera vieja que ya no enfría…..y ya no les sirve.
Propiedad Privada… algunos van más lejos y aseguran que también sus esposas y/o parejas lo son.
Ese rótulo de: “Mi mujer” es un estigma hasta peligroso, y a algunos les hace creer
que pueden hacerle lo que quieran a una mujer solo porque aceptó ser “De” uno.
Tal vez llegó el tiempo de reeducar al hombre en ese sentido de “propiedad privada”.
Solo teniendo bien claro que las épocas de vejaciones, sometimientos, aberraciones
y torturas matrimoniales y "extra-matrimoniales" dejaron paso, hace rato ya,
a nuevos tiempos de libertad, digo, solo teniendo esto en claro dejaremos de presenciar maltratos.
abusos y asesinatos como los que por éstos tiempos se vieron en diversas ciudades.

Javier Tissera.



Dormir bien

Si te levantas por la mañana tan agotado como cuando te acostaste la noche anterior,
intenta recordar en qué estabas pensando los últimos cinco minutos antes de dormirte.
 Lo que pienses durante esos cinco minutos, va a impactar tu dormir y esto determinará cómo será el próximo día.

Cuando duermes, tu percepción consciente descansa, pero tu mente inconsciente permanece activa. 
Cuando la mente consciente está "fuera de acción", el subconsciente asume el control.
El subconsciente cumple con las órdenes que recibe, aún cuando no estés al tanto de ello.

Por ejemplo, si los últimos minutos antes de dormir los inviertes preocupándote, el subconsciente graba este sentir,
lo cataloga como temor y entonces actúa como si fuera realidad.
Como resultado, los músculos permanecen en tensión, los nervios están de punta y los órganos del cuerpo se alteran,
lo que significa que el cuerpo no está descansando en realidad.

Sin embargo, si esos últimos minutos son invertidos en contemplar una gran idea,
un verso inspirador o un pensamiento calmado y alentador, el sistema nervioso interpretará: "Todo anda bien",
y pondrá el cuerpo en un estado de relajamiento y paz. Esto te ayuda a despertar estimulado, fortalecido y confiado.

Muchos de los días que comienzan mal, se deben a la noche anterior... a esos últimos cinco minutos críticos de pensamiento consciente.

Tú puedes afectar tu mente consciente con ideas saludables y positivas y preparar así el camino para una noche de verdadero descanso.


PALABRAS QUE DUELEN!

..."No te van a querer ni los perros", era la frase que ella siempre usaba para retar a sus hijos cuando se portaban mal.
Primero, venía el pellizcón, y después, como de remate, esta frase punzante, aguda.
Seguramente, si le preguntan, ella los educó con amor. Y en nombre del amor, dijo frases como éstas...


"¿Quién quiere otro choripán?", preguntó Carlos en el cumple de su hija.
Ella estaba festejando sus 19 y él se había ofrecido de asador. "¿Quién quiere otro choripán?", insistió. "Vos no, mi amor, que estás muy gorda",
fue la frase que disparó delante de todos sus amigos. Ella se puso roja de vergüenza, un nudo enorme le cerró la garganta y no comió más.
Se levantó despacio y la soledad de su cuarto adolescente fue el mejor refugio hasta la madrugada del día siguiente.
El padre murió preguntándose qué hizo mal esa noche.


"Vamos, no seas mariquita", le dijo su profesor de natación cuando él –que en ese momento tenía 6 años– pidió una toalla al salir de la pileta porque tenía frío.
Y todos sus amigos empezaron a reírse. "Mariquita, mariquita", le gritaron. Y el profesor, lejos de hacerlos callar, los alentó.
Nunca más volvió a nadar. (Y nunca, en 34 años de vida, apoyó sus labios en los labios de una mujer.) 

"Sos un elefante dentro de la clase", le dijo su profesora de Dibujo el primer día del primer año del secundario.
Ella venía de un primario impecable, donde Dibujo era su materia preferida. Y era, para hacer honor a la verdad, una joven promesa.
 Ese año, se llevó Dibujo a diciembre. Volvió a dibujar 28 años después, cuando –terapia mediante– descubrió cuánto la había inmovilizado esa frase.


El Perito Moreno fue el lugar elegido para festejar sus 10 años de casados.
Caminata por el glaciar, todos los turistas en hilera para no resbalarse.
 Ella iba delante; él, detrás. "Tu culo me tapa todo el sol", fue la frase que eligió él para hacer un chiste.
Y no entendió por qué esa noche ella se encerró en el baño a llorar.


Son frases que no te matan, pero te marcan para toda la vida. Frases de mierda son.
No importa cuántas horas de terapia le dediques a deshacerlas, ellas están ahí... rondando, para reaparecer sin previo aviso.
Son frases que, cuando las contás, te parece que estás exagerando, que no pudieron ser así, que quizá las recordás mal...
Entonces descubres la crudeza de esas palabras.


Lo bueno es que un día, porque ese día –créanme– finalmente llega,
 te sacás uno por uno todos los puñales que te clavaron en el cuerpo y en el alma,
te hacés un sana, sana, colita de rana y descubrís que no fueron dichas con odio,
que los responsables de escupirnos tamañas frases son seres que cargan, a su vez, con otras frases.
Y entonces llega el perdón. Y perdonamos. Más adelante –bastante más adelante– viene la compasión.

Es ahí cuando volvemos a sentirnos felices, con ganas de caminar sobre el Perito Moreno más allá del tamaño de nuestro culo,
de nadar y gritar: "Tengo frío, traeme una toalla", de hacer una lista con toda la gente que te quiere.
Porque no solamente te quieren los perros...
 
Las PALABRAS QUE DUELEN tardan muchos años en salir del corazón del otro, y a veces no salen...
No perdamos tiempo con los que queremos, porque perdonar lleva mucho tiempo...

Hay palabras que desearías nunca haber dicho y otras que quisieras nunca haber escuchado...
pero es imposible tomar un borrador y desaparecer lo que se escribe en el corazón.



NO HE OÍDO HABLAR DE AMOR

Hoy he escuchado la radio.
He leído los periódicos, he pegado la oreja para saber qué se habla en las calles, en las colas de los colectivos,
en las barras de los bares, y no he oído hablar de amor.
He vagado de un lado para otro con los oídos alerta,
pero nadie ha pronunciado la mágica palabra.
He oído hablar de impuestos, de violencia, de accidentes,
de famosos, de fraudes.
He oído hablar de fútbol, de política...
pero no he oído hablar de amor.
Me he acercado a las parejas y las he oído hablar de dinero,
de coches, de ropa, de propiedades, de lo que hacen los demás.
Del colegio de los niños, de cine, de divorcio, de problemas...
pero no he oído hablar de amor.
He visto a la gente protestar por todo, porque hay baches en las calles,
porque la grúa se ha llevado el coche, porque un político ha dicho algo, porque la sopa estaba fría...
porque han subido el precio de no sé qué producto,
pero no he visto a nadie protestar por falta de amor.
Me he cruzado con una manifestación,
pero en ninguna pancarta he podido leer la palabra: AMOR.
Yo me pregunto y te pregunto: ¿Qué pasa?
¿Tan insignificante es el amor que nadie habla de él, que nadie le echa de menos?
Me han dado ganas de ponerme a gritar en medio de la calle:
AMOR, AMOR, AMOR !!



LOS PAVOS NO VUELAN
 Cuentan de un paisano de Catamarca que se encontró en el campo un huevo muy grande.
Nunca había visto nada igual. Decidió llevarlo a su casa.
-¿Será de avestruz?- preguntó su mujer
-No, es demasiado abultado- dijo el abuelo
-¿Y si lo rompemos?- propuso el ahijado
-Es una lastima. Perderíamos una hermosa curiosidad- respondió cuidadosamente la abuela
-Miren, en la duda, se lo voy a colocar a la pava que está calentando los huevos.
Tal vez con el tiempo nazca algo- afirmó el paisano.Y así lo hizo.
Cuenta la historia que a los 15 días nació un pavito oscuro, grande, nervioso,
que con mucha avidez comió todo el alimento que encontró a su alrededor.
Luego miró a la madre con vivacidad y le dijo entusiasta "Bueno, ahora vamos a volar".
La pava se sorprendió muchisimo de la proposición de su flamante crío, y le explicó:
 "Mirá, los pavos no vuelan. A vos te hace mal comer apurado".
Entonces todos trataron de que el pavito coma más despacio, el mejor alimento y en la medida justa.
Pero el pavito terminaba su almuerzo o su cena, su desayuno o merienda y les decía a sus hermanos "Vamos muchachos, ¡a volar!"
Todos los pavos le explicaban nuevamente: "Los pavos no vuelan. A vos te hace mal la comida."

El pavito fue hablando más de comer y menos de volar.
Y creció y murió en la pavada general. ¡Pero era un cóndor! Había nacido para volar hasta los 7000 metros, pero, como nadie volaba...
El riesgo de morir en la pavada general es muy grande. ¡Como nadie vuela!

Muchas puertas están abiertas porque nadie las cierra, y otras puertas están cerradas porque nadie las abre.
El miedo al hondazo es terrible, pero la verdadera protección está en las alturas.
Especialmente cuando hay hambre de elevación y buenas alas




Sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre las baldosas rotas de la vereda,
su gorra marrón ya gastada, su bigote blanco y sus arrugadas manos sosteniendo un bastón viejo de madera,
cuyo mango estaba envuelto con un trapo blanco lleno de las marcas propias del uso de años;
sus pantalones, que arremangados dejaban libres sus pantorrillas,
y una camisa blanca con flecos del tiempo, mal abotonada, y un chaleco de lana,
tejido seguramente a mano; miraba la nada, desde la precisa y envidiable perspectiva que da la experiencia.

El viejo lloró, y en su única lágrima expresó tanto, que me fue muy difícil acercarme, preguntarle, o siquiera consolarlo.

Por enfrente de su casa pasé mirándolo y al cambiar su mirada fijándola en mí, le sonreí y lo saludé con un gesto,
 aunque no crucé la calle, es que no me animé, pues no lo conocía y si bien entendí,
que en la mirada de aquella lágrima demostraba una gran necesidad, seguí mi camino,
sin lograr convencerme que hacía lo correcto.

En mi camino guardé esa imagen fundida en mis recuerdos;
su mirada que encontró la mía en el infinito de la nada,
ese lugar donde no se encuentran mas que decepciones,
ya que inmediata e imperdonablemente le había negado aquellas imperiosas respuestas.

Traté de olvidarme. Caminé rápido, como escapándome.
Compré un libro y ni bien llegué a mi casa comencé a leerlo,
esperando que el tiempo borrara esa presencia…. pero esa lágrima no se borraba…
"Los viejos no lloran así por nada", me dije.

Esa noche me costó dormir, pues la conciencia no entiende de horarios,
y decidí que a la mañana del día siguiente volvería a la casa, y conversaría con él,
tal como entendí me lo había pedido; y luego de vencer mi pena, logré dormirme.

Muy temprano desperté aquel día y como si fuera hoy,
recuerdo, preparé un termo con café, compré panecillos y muy deprisa fui a la casa,
convencido que tendríamos mucho para conversar.
Golpeé la puerta, y una voz muy rasposa me indicaba que en segundos sería atendido.

Luego de abrir, con el necesario esfuerzo para que las rechinantes bisagras cedieran.
Salió otro hombre.

- ¿Qué desea? – Preguntó, mirándome con un gesto adusto.
- Busco al anciano que vive en esta casa. – Contesté.
- Mi padre murió ayer por la tarde – Dijo entre lágrimas.
- ¡Murió!- Dije decepcionado.
Las piernas se me aflojaron, la mente se me nubló y los ojos se me humedecieron.
- ¿Usted quien es? – Volvió a preguntar.
- En realidad nadie – Contesté, y agregué – Ayer pasé por la puerta de su casa, y estaba su padre sentado,
vi que lloraba y a pesar de que lo saludé no me detuve a preguntarle que le sucedía
pero hoy volví para hablar con él, aunque veo que es tarde.
- Usted es la persona de quien hablaba en su diario. –Dijo.
Extrañado por lo que me decía, lo miré pidiéndole me explicara.
- Por favor, Pase – Me dijo aún sin contestarme.
Luego de servir un poco de café, me llevó hasta donde estaba su
diario, y en la ultima hoja, solo rezaba:
"hoy me regalaron una sonrisa plena, y un saludo amable… hoy es un día bello".
Tuve que sentarme, fue difícil de digerir aquello.
Me dolió el alma de solo pensar lo importante que hubiera sido para ese hombre que yo cruzara aquella calle.
Me levanté lentamente y al mirar al hombre, le dije:
- Si hubiera cruzado de vereda y hubiera conversado unos instantes con su padre…
Pero me interrumpió y con los ojos humedecidos de llanto dijo:
- Si yo hubiera venido a visitarlo al menos una vez este último año,
quizás su saludo y su sonrisa no hubieran significado tanto !

 

...Y después de esperar tanto, un día como cualquier otro, decidí triunfar...
Decidí no esperar a las oportunidades sino yo misma buscarlas.
Decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución.
Decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis.
Decidí ver cada noche como un misterio a resolver.
Decidí ver cada día como una oportunidad de ser feliz.
Aquel día descubrí que mi rival no eran más que mis propias debilidades,
y que en ellas, está la única y mejor forma de superarnos.
Aquel día dejé de temer a perder y empecé a temer a no ganar.
Descubrí que no era yo la mejor y que quizás nunca lo fui.
Me dejó de importar quien ganara o perdiera;
Ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer.
Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.
Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es tener el derecho de llamar a alguien “Amigo”.
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, “el amor es una filosofía de vida”.
Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser esa tenue luz de este presente.
Aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas...
Aquel día aprendí que los sueños son para hacerse realidad.
Desde aquel día ya no duermo para descansar...
Ahora simplemente duermo para soñar.




Escojo mis amigos no por la piel u otro arquetipo cualquiera, y sí por la pupila.
Tiene que tener un brillo cuestionador y una tonalidad inquietante.
A mi no me interesan los buenos de espíritu ni los malos de hábitos.
Me quedo con aquellos que hacen de mí un loco y un santo.
De ellos no quiero respuesta, quiero mi opuesto.
Que me traigan dudas y angustias y aguanten lo peor que hay en mí.
Para eso, sigo siendo loca.
Los quiero santos, para que no duden de las diferencias y pidan perdón por las injusticias.
Escojo mis amigos por la cara lavada y por el alma expuesta.
No quiero sólo el hombro o el regazo, quiero también la mayor de sus alegrías.
Amigo que no ríe con uno, no sabe sufrir con uno.
Mis amigos son todos así: mitad estupidez, mitad seriedad.
No quiero risas previsibles ni llantos piadosos.
Quiero amigos serios, de aquellos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje,
pero luchan para que la fantasía no desaparezca.
No quiero amigos adultos ni aburridos.
Los quiero mitad infancia y otra mitad vejez.
Niños, para que no olviden el valor del viento en el rostro y viejos, para que nunca tengan prisa.
Tengo amigos para saber quién soy yo.
Pues viéndolos locos y santos, bobos y serios, niños y viejos,
nunca me olvidaré de que NORMALIDAD es una ilusión imbécil y estéril.



NECESITO UN ABRAZO

Hace veinte años, yo manejaba un taxi para vivir.
Lo hacía en el turno nocturno y mi taxi se convirtió en un confesionario móvil.
Los pasajeros subían, se sentaban atrás de mí en total anonimato, y me contaban acerca de sus vidas.
Encontré gentes cuyas vidas me asombraban, me ennoblecían, me hacían reír y me deprimían.
Pero ninguna me conmovió tanto como la mujer que recogí en una noche de agosto.

Respondí a una llamada de unos pequeños edificios en una tranquila parte de la ciudad.
Asumí que recogería a algunos saliendo de una fiesta,
o alguien que había tenido una pelea con su amante
o un trabajador que tenía que llegar temprano a una fábrica
de la zona industrial de la ciudad.
Cuando llegué a las 2:30 a.m., el edificio estaba oscuro
excepto por una luz en la ventana del primer piso.
Bajo esas circunstancias,

 muchos conductores sólo hacen sonar su claxon una o dos veces,
esperan un minuto,
y después se van.
Pero yo he visto a muchas personas empobrecidas que dependen de los taxis
como su único medio de transporte.
Aunque la situación se veía peligrosa,
yo siempre iba hacia la puerta.
Este pasajero deber ser alguien que necesita de mi ayuda, razoné para mí.

Por lo tanto caminé hacia la puerta y toqué "un minuto", y respondió una frágil voz.
Pude escuchar que algo era arrastrado a través del piso y después de una larga pausa,
la puerta se abrió.
Una pequeña mujer de unos ochenta años se paró enfrente de mi.
A su lado una pequeña maleta de nylon.
El departamento se veía como si nadie hubiera vivido ahí durante muchos años.
Todos los muebles estaban cubiertos con sábanas, no había relojes en las paredes, ninguna baratija o utensilio.

En la esquina había una caja de cartón llena de fotos y una vajilla de cristal.
Repetía su agradecimiento
por mi gentileza. - No es nada, le dije.
Yo sólo intento tratar a mis pasajeros de la forma que me gustaría que mi mamá fuera tratada.
- Oh, estoy segura de que es
 un buen hijo, dijo ella.
Cuando llegamos al taxi me dio una dirección, entonces preguntó:
- ¿Podría manejar a través del centro?
- Ese no es el camino corto,
le respondí rápidamente.
- Oh, no importa, dijo ella. No tengo prisa,
estoy camino del asilo.
La miré por el espejo retrovisor,
sus ojos estaban llorosos.
- No tengo familia - ella continuó, el doctor
dice que no me queda mucho tiempo…
Tranquilamente alcancé y apagué el reloj.
- ¿Qué ruta le gustaría que tomara?
 le pregunté.
Por las siguientes dos horas manejé a través
de la ciudad.
Ella me enseñó el edificio donde había trabajado como operadora de elevadores.

Manejé hacia el vecindario donde ella y su esposo habían vivido cuando eran recién casados.
Me pidió que nos detuviéramos enfrente
de un almacén de muebles donde una vez
hubo un salón de baile, al que ella iba a bailar cuando era niña.
Algunas veces me pedía
que pasara lentamente
enfrente de un
edificio en particular o una esquina y
veía en la oscuridad, y no decía nada…
Con el primer rayo de sol apareciéndose en el horizonte, ella repentinamente dijo:
- Estoy cansada, vámonos ahora.
Manejé en silencio hacia la dirección que me había dado.
Dos asistentes vinieron hacia el taxi tan pronto como pudieron.
Eran muy amables, vigilando cada uno de sus movimientos.
Debían haber estado esperándola.
Abrí la cajuela y dejé la pequeña maleta en la puerta.
La mujer estaba lista para sentarse en una silla de ruedas.
- ¿Cuánto le debo?, Preguntó, buscando en su bolsa.
- Nada, le dije.
- Tienes que vivir de algo, respondió.
- Habrá otros pasajeros, respondí.
Casi sin pensarlo, me agaché y la abracé.
Ella me sostuvo con fuerza, y dijo: -Necesito un abrazo!!
Apreté su mano, entonces caminé hacia la luz de la mañana.

Atrás de mí una puerta se cerró, fue el sonido de una vida concluida.
No recogí a ningún pasajero en ese turno, manejé sin rumbo por el resto del día.
No podía hablar. ¿Qué habría pasado si a la mujer la hubiese recogido un conductor malhumorado

o alguno que estuviera impaciente por terminar su turno?
¿Qué habría pasado si me hubiera rehusado a tomar la llamada,
o hubiera tocado el claxon una vez, y me hubiera ido?

En una vista rápida, no creo que haya hecho algo más importante en mi vida.
***
Estamos condicionados a pensar que nuestras vidas están llenas de grandes momentos,
pero los grandes momentos son los que nos atrapan bellamente desprevenidos,
en los que otras personas pensarán que sólo son pequeños momentos.
La gente tal vez no recuerde exactamente lo que tú hiciste o lo que tú dijiste...

pero siempre recordarán cómo los hiciste sentir...