POLVORINES DE FADRICAS
Artículos publicados sobre la historia de Punta Cantera
El Embarcadero de las fadricas y su entorno
Isla de León
(c) Milan
Pleamar en el Embarcadero de las fadricas, Isla de León. Enfila exactamente hacia Puerto Real.
Carrusel de fotos del Embarcadero de Fadricas / (c) Milan
El Embarcadero de las fadricas y su entorno |
LA HEREDAD DE FADRIQUE. En los Polvorines de la Marina, dentro de la zona militar que se abandonó en el año 2001, existen varios lugares olvidados que, de una u otra forma, deberíamos recuperar para la historia de San Fernando. La confidencialidad militar tiene estas cosas. Aparte del indudable interés de los viejos polvorines, ya comentados en estas páginas, aún conservamos el llamado Embarcadero de Fadricas, que algunos mapas del siglo XVIII ya denominaban “Muelle antiguo”. Es un hermoso puerto con dos espigones paralelos que se adentra en la Cala del Manchón de los Arcos, a resguardo del cabo que forma Punta Cantera y enfilando directamente a Puerto Real. Los romanos del primer siglo de nuestra era, y tal vez los fenicios, ya conocían la privilegiada situación de esta cala para embarcar la producción de ánforas que fabricaban en el alfar de Fadricas. Tal vez ahora, cuando las tareas de municionamiento se han trasladado a Rota, sea el momento para que el equipo de don Antonio Sáez Espligares, subdirector del Museo Municipal, o en su caso el organismo competente, tengan ocasión de investigar más a fondo este yacimiento. Sin duda la historia de San Fernando se verá enriquecida con ello. Cuando Fray Jerónimo de la Concepción dibuja en 1690 su famoso mapa de la Ínsula Gaditana, aún no se ha construido el Embarcadero, pero nos muestra en la Isla de León un lugar llamado Fadricas, hacienda de Fadrique de Lila y Valdés, rico comerciante de Cádiz, de origen flamenco, que la adquirió del duque de Arcos a censo perpetuo. La toponímia del lugar, al igual que en toda la Isla de León, coincide con el nombre del rico vecino gaditano que la ocupa. De ahí que Fadricas haga referencia a la heredad de Fadrique, lo mismo que Bidal, Ricardos, Pedroso, Ahumada, etc., son lugares que adoptan el apellidos de sus moradores.
Es patente que, al amparo del auge económico de Cádiz en el siglo XVIII, se inició en Fadricas una rica actividad comercial en tres direcciones: comercio hacia las Indias, provisión de víveres y demás pertrechos para las flotas armadas y apoyo al abastecimiento del incipiente núcleo de vecinos de la Isla de León. Y tal actividad comercial fue posible gracias a la existencia de un embarcadero que se construyó junto a la Casa Blanca a finales del siglo XVII. Tal vez el primer plano que lo muestra sea una carta náutica atribuida al piloto de galeras Legay, que muestra la distribución de la flota combinada de Francia y España antes del ataque angloholandés de 1702 (Biblioteca Nacional de París, C. et P. 61,4,17). En ella se aprecian, delante de la “Maison Blanche”, los dos espigones del Embarcadero de Fadricas. La Guerra de Sucesión Española, entre 1701 y 1713, implicó un notable incremento en la actividad del Embarcadero. Desde él se aprovisionaron los navíos que participaron en el asalto a Barcelona, último reducto de los partidarios del archiduque Carlos; se cargaron “Flotas Armadas de la Mar Océano” que esperaban fondeadas en la bahía; se hacían las aguadas, recogidas del acueducto que llegaba hasta sus inmediaciones; incluso desde el Embarcadero partían los enfermos de la Marina, y su maestranza civil, para llevarlos hasta el Real Hospital de Cirugía de Cádiz. Donde mejor quedó plasmada esta olvidada geografía isleña es en un plano que hemos encontrado en el Museo Naval de Madrid, sin fecha precisa, pero que debe reflejar la situación del último tercio del siglo XVIII puesto que ya están construidos el Espigón de Punta Cantera y las Murallas defensivas que la rodean. En el dibujo que incluimos se detallan las instalaciones militares de la Punta, y el entorno del Embarcadero de Fadricas, con sus almacenes, tiendas, jardines y huertas, casas particulares y la Aguada del Pedroso. En el último tramo de ese siglo se instaló en la Casa Blanca una importante fábrica de tejidos pintados que estuvo gestionada por las Reales Fábricas de Cetinas. En ella trabajaban, según la época, cerca de 300 operarios y hasta contaba con una capilla propia que el obispo de Cádiz tenía censada entre las de su diócesis. Más tarde, durante el asedio francés de 1810/12, la Casa Blanca se utilizó para almacenar los efectos navales de la “Flotilla de Sutiles” que tuvo su base en el Espigón de Punta Cantera (del que hablaremos próximamente), y durante el Trienio Liberal (1820/23) fue cuartel de tropas. En ese tiempo los dueños de la Casa Blanca se quejaron ante el Cabildo de la ciudad por los destrozos que los soldados causaron en las instalaciones. Después de eso la ocupación de la cabecera del Embarcadero de Fadricas languideció hasta que en 1960 pasó a ser propiedad militar. Por entonces sólo quedaban casas, establos, porquerizas y almacenes, con un mínimo interés agropecuario. Nada queda de todo eso porque en los años sesenta del siglo XX, el radio de seguridad de los primeros polvorines tipo “A” obligó a la demolición de las últimas piedras que tal vez levantara Fadrique en el siglo XVII. Sobre ellas se construyeron los polvorines C-1, C-2 y B-2. Sólo el viejo embarcadero sobrevivió, y a partir de entonces es lo único que recuerda los mejores tiempos del “Sitio de Fadricas”. El Embarcadero se utilizó hasta bien entrado el siglo XX, muestra de ello es la vieja foto (1930 apróx.) cedida por don Ángel López González, en la que se observan hasta 23 bajeles que, a pesar de la bajamar, esperan atracar en él. Hoy día el “Muelle Antiguo” sigue siendo una noble construcción de sillares desgastados por las mareas. Ahora, desaparecida la confidencialidad militar, nos queda devolverle su valor histórico. EL PASAJE PARA LAS AGUADAS. Fray Jerónimo también nos dejó en 1690 un bonito dibujo del “pasaje para las aguadas de su majestad”, es decir, el acueducto que los isleños llamaron “Los Arcos”. Se construyó antes de 1690 para traer agua a las inmediaciones de Fadricas. Con ella se llenaban toneles y pipas que luego se embarcaban hacia buques de guerra y particulares que esperaban fondeados en la bahía. Don Salvador Clavijo, en su Historia de San Fernando, hace numerosas referencias al acueducto. Comenzaba junto al que aún existe en una finca el Callejón de San Miguel, actualmente propiedad de don Ramón Fontau, cerca del Puente de la Casería. La noria que extraía el agua dejó de usarse hace unos 50 años y estuvo arrumbada en un rincón hasta que alguien la vendió como chatarra. Hoy nos queda su recuerdo en la fachada de esta finca, que en azulejos anuncia: “NORIA DEL MARQUÉS”. Referencia al marqués de El Pedroso, heredero de Fadrique de Lila y Valdés. Con la expropiación de terrenos del año 1960 se amplió la superficie de los Polvorines de Fadricas. Esa zona proporcionó la seguridad que la nueva generación de polvorines necesitaba, y los últimos restos del acueducto quedaron dentro del perímetro militar. Esta circunstancia lo alejó de la curiosidad general y, muy posiblemente, contribuyó a olvidar que “el sitio de Fadricas” es, en parte, consecuencia de él. El acueducto se mantuvo en pie hasta 1975. Pero unas piedras sin alma son fáciles de derribar. Entonces se derribaron. Tal vez con el único propósito de tener más visibilidad. A don José María Castelló, alférez de navío, responsable de Mantenimiento y Obras de los Polvorines en ese tiempo, le tocó el trago de supervisar su demolición, y nos relató que Los Arcos se sustentaban sobre una calzada que no se destruyó. Ahí debe permanecer. Los escombros del viejo hospital de San Carlos se depositaron sobre ella y elevó el nivel de esa zona, justo por donde en el siglo XVIII discurría el caño que retenía las aguas para mover el molino de mareas de José Domingo Colarte. Nada se edificó en su lugar, el Laboratorio de Pólvoras y el Taller de Mantenimiento flanquearon a distancia la calzada por donde discurría el “viejo acueducto de las aguadas para las flotas de su majestad”. Así perdimos el acueducto. Hoy habría sido un precioso monumento... |